viernes, 23 de octubre de 2009

Nada es fácil

Solemos quejarnos una y otra vez de lo difícil que es la vida. Echamos culpas a nuestro entorno, a nuestra familia y, en última instancia, a nuestra sociedad. Lógicamente existen condiciones del medio ambiente que pueden afectar nuestra percepción de facilidad o dificultad de vivir y, ciertamente, hay ciertos actos para los cuales estamos muy entrenados el cual, el hecho de realizarlos, no nos impone ninguna o muy poca dificultad. Vayamos al caso de, por ejemplo, caminar. Para un niño de 8 meses, el acto de caminar puede resultar inmensamente costoso. Cada intento de paso se verá frustrado por sucesivas caídas, golpes, rasguños y raspaduras. Deberá enfrentar una y otra vez el desafío que supone el aprender a caminar. Seguramente sentirá ansiedad cuando desee alcanzar un objeto fuera de su alcance solo asequible mediante una elegante caminata. Intento tras intento buscará lograr su objetivo. Tras varios intentos fallidos, el pequeño señorito quizás entre en cólera, disgustado por no lograr su objetivo. Llamará tal vez al padre o a la madre, pero estos podrán asistirlo o no. Disgustado seguirá su camino hacia su objetivo, posiblemente algo irrelevante, pero no por eso menos deseado. Caerá una y otra vez hasta el cansancio o hasta que algún apiadado transeúnte le agencie el objeto apetecido. Está claro, para Jacinto: ¡todo es tan difícil!


Ahora Jacinto tiene 16 años, desde ya caminar no presenta para él ninguna dificultad. Él ya tiene muchos años de entrenamiento en la realización de esa tarea. El entramado neuronal de su cerebro permite fácilmente controlar los movimientos de su cuerpo para que Jacinto camine sin dificultad. Es tan fácil caminar para Jacinto que lo hace de manera inconsciente. Cuando Jacinto desea alcanzar un maní sobre la mesa, él ni piensa en lo difícil que le resultaba tan sencilla tarea cuando era más joven. Simplemente camina y agarra. El acto de caminar pasa a ser un proceso tan sencillo de realizar que nuestra conciencia ni se percata de lo sucedido, prefiere hacer foco en otras cosas… más difíciles.


Laura está cansada, después de una noche de “fiesta” llega a su casa derrumbada y se suelta a llorar. Un sentimiento mezcla de angustia y frustración invade su ser. Ese chico que tanto le gustaba no le dio ni cinco de bola. Laura no es lo que se dice una modelo top, pero sus rasgos dulces, su afable mirada y sus curvas sexys siempre le han permitido ser un codiciado objeto de deseo. Ella se mira al espejo y mira los detalles de sus curvas y su rostro. Detalles que sólo ella puede ver. Se ve gorda, vieja y fea, y sueña con la idea de que si fuese más linda, aquel chico tal vez hubiese reparado en ella. A sus 23 años, Laura es lo que se puede decir un arquetipo del éxito occidental. Hija de padres separados, es el mejor promedio en su camada en la Facultad de Medicina de la UBA. Independiente y tenaz, siempre supo usar esa mezcla de belleza con inteligencia que la naturaleza le cedió. De alguna manera, cumplir con los compromisos sociales para Laura siempre fue relativamente sencillo, al menos en comparación con el resto de los mortales con quienes coexiste. Lo que no ha sido fácil para Laura fue, como para el resto de los seres humanos, el sencillo acto de vivir.


Esa misma noche, Sebastián, hijo de una familia humilde y muy unida, no pudo hacer otra cosa que mirarla toda la noche. Sebastián no es una persona particularmente tímida, criado entre 3 hermanas, nació y se crió muy cerca de las pasiones y desventuras de su sexo opuesto. Pero siempre tuvo el mismo problema, por alguna razón a Sebastián le dan bola sólo las chicas que no le gustan. A sus 29 años jamás estuvo con una mujer que realmente le gustara. Agobiado por las imágenes de mujeres sexys de las revistas y la Televisión, Sebastián cultivó gustos exigentes. Laura era una más de aquellas que tanto miraba una noche y que, a la hora de acercarse, su corazón se aceleraba. Sebastián estaba cautivado por la belleza, la inteligencia y la espontaneidad de Laura. Cada vez que la veía irrumpía en él tanta ansiedad que sus acciones le resultaban incontrolables. Sus rodillas temblaban, su voz se entrecortaba, y su mente se obnubilaba. Al acercarse a ella sólo atinaba a decir frases cortas y a irse rápidamente. Esa misma noche, podrido de que siempre le pase lo mismo, decide irse temprano de la “fiesta”. Su frustración lo acompañó en toda la caminata de regreso a casa, vivía a 5km del lugar de la “fiesta”. Esa fue una noche difícil para Sebastián.


Tanto Laura como Sebastián tenían sus pretendientes bien dispuestos en la “fiesta”, pero para ellos esos/as pretendientes eran demasiado “fáciles”. Sebastián no se sentía estimulado por una mujer “fea” y Laura no se sentía estimulada por un hombre que, como tantos otros, se acercaba a halagarla y a adularla. A Laura estar con alguien “fácil” le hubiese resultado frustrante y aburrido, a Sebastián, también. Tanto el cerebro de Laura como el de Sebastián estaban muy entrenados para lidiar con los/as “fáciles”, tanto que lo hacían de manera casi automática. Sus conciencias no podían concentrase en ese tipo de relaciones, como Jacinto al caminar a los 16 años, la conciencia de ambos prefería centrarse en objetivos más difíciles. Para Sebastián el objetivo era Laura, para Laura el objetivo era Sebastián.


El caso de Laura y Sebastián no deja de ser un ejemplo cotidiano en donde, existiendo la posibilidad de tomar un camino “fácil”, optamos por voluntad propia un camino “difícil”. Pero, ¿Tomamos un camino difícil por gusto o porque no nos queda otra? Estudios recientes que incorporan elementos de la teoría de la información, psicología y neurobiología [1], sugieren que nuestra conciencia sólo percibe aquello que aporta nueva información a nuestro cerebro y, si hablamos en particular de nuestro sistema de aprendizaje, esto significará que sólo percibiremos de manera consciente todo aquello que aporte algo nuevo a lo ya aprendido. Así resultamos incapaces de apreciar aquello que nos resulta demasiado fácil, ya que en este caso dado que el medio ambiente se comportó de manera agradable y no nos enfrentó a nada nuevo con lo que no sepamos lidiar, nuestra mente adquiere muy poca información nueva y por lo tanto la tarea realizada le resulta casi imperceptible. Más aún, el propio proceso de aprendizaje, en el camino de lograr objetivos demasiado difíciles, puede provocar dolor y sufrimiento. Nuestra mente se entrena para, como en el caso de Jacinto, aprender una determinada tarea, en este caso, caminar. Una vez aprendida la tarea, el proceso mental que la realiza se vuelve casi inconsciente o totalmente inconsciente. La consciencia sólo pasa a percibir los cambios o las diferencias de estímulos para los cuales el cerebro fue entrenado a responder. El resto lo hace de manera inconsciente. Las tareas fáciles toman poco tiempo, y se realizan sin que nos demos cuenta. Las tareas difíciles requieren al contrario mucho tiempo, concentración y toda nuestra energía consciente puesta en ellas. Entonces, si somos prácticamente inconscientes a las tareas o devenires fáciles de la vida, como para Laura y Sebastián lo fueron el resto de las personas que estaban en la “fiesta”. ¿Qué nos queda? Pareciera que resignarnos a que, debido a que somos seres conscientes de un mundo, somos conscientes sólo de los difícil. De lo contrario, no seríamos seres conscientes o, al menos, tener una vida fácil nos llevaría a tener una consciencia muy limitada de la vida. Dicho de otro modo, tendríamos un grado menor de consciencia. ¿Pero es posible reducir el grado de consciencia? En opinión de quien escribe: No. Los estímulos externos son infinitos, pese al exagerado control que podamos tener de nuestras vidas, nuestra consciencia estará siempre buscando los problemas. ¿Por qué? Porque se dedica a eso. Ya sea por una cuestión biológica de supervivencia en el medio ambiente, por una cuestión psicológica o cultural de querer estar siempre mejor, o por una cuestión espiritual de lograr la plenitud y la felicidad, nuestra consciencia busca siempre los problemas que puedan interponerse en su camino. Ser seres conscientes implica directamente que vamos a tener que enfrentar problemas, y estos problemas muchas veces nos harán sufrir, por medio del dolor físico o por medio del sufrimiento emocional.


Nada es fácil, porque no puede ser de otra manera.


[1] http://www.biomedcentral.com/1471-2202/5/42

1 comentario:

Unknown dijo...

Muy interesante para comprender que significás por "qué dificil",yo emplearía la palabra "desafio" en el sentido de ampliar horizontes de vida, y ampliar nuestras capacidades tanto intelectuales, como emocionales y pulir nuestras conductas o comportamientos. Para mí son desafíos y desafios que aceptan sólo los que buscan y anhelan la plenitud. Me pareció muy bien expresado, muy claro y bien escrito lo que proponés. Mati.